Lo dicen empresas del sector a tres meses de los cambios anunciados por Economía. Los cortes del gasoil se están realizando en menor porcentaje por falta de abastecimiento
Por cada dólar que vale YPF, hay otros dos dólares de deuda que hoy pesan en su balance. En rigor, con cada minuto que pasa, YPF aumenta su deuda en mayor proporción que su activo y su patrimonio. Son los números de una compañía que la gestión estatal busca aún sin éxito rescatar y que, hay que decirlo, preexistían mucho antes de ser estatizada. Como en todos los órdenes, que la mayor petrolera del país se encuentre financieramente asfixiada es, también, responsabilidad del Estado, ya que los grupos empresarios que la manejaban hasta hace muy poco tiempo lo hacían bajo la supervisión del Gobierno.
Según los números que la propia compañía presentó en la Bolsa de Nueva York, su pasivo al tercer trimestre de 2012 (lo que la empresa adeuda a otros) asciende a u$s 8.592 millones, paradójicamente una cifra muy superior de los u$s 3.736 millones que vale la empresa por valor de mercado. Se trata de un caso inusual para una petrolera.
Para aquellos especialistas dedicados a seguir de cerca el negocio del petróleo, el gran pecado de YPF fue descapitalizarse y distribuir entre los accionistas todas las ganancias que tenía, pero además una parte de su patrimonio a expensas de los planes de inversión y exploración de hidrocarburos, o de la financiación de parte de ellos con nueva deuda.
Hoy la situación dista de ser relajada. Si bien la distribución de dividendos se mantiene bajo control, el dato más preocupante es que YPF toma deuda a una tasa del 20% anual en pesos (ha salido al mercado dos veces en las últimas semanas), pero el rendimiento que obtiene por invertir ese dinero es de apenas 7% en pesos. La traducción es simple: cada vez que pide deuda y produce, YPF pierde plata. Para tomar un referencia, una petrolera con una performance aceptable hace rendir sus capitales 15% en dólares, al tiempo que se endeuda a tasas del 4 o 5%. A los ojos de quienes examinan los resultados de la empresa, existe un dato que no pasa desapercibido: la compañía no aumenta los precios de sus productos al ritmo de la inflación.
En el cuadro de situación, la relación entre los activos y pasivos de la compañía, y la velocidad a la que aumentan esos compromisos futuros, es una combinación que genera inquietud y que no ha podido ser revertida desde que el Estado hizo pie en la petrolera. Como se dijo, el deterioro no es nuevo y el tiempo, siempre diestro escultor, le exige sacrificios de inversión y financiación a la empresa que por ahora no ha podido satisfacer.
Otro dato inquietante es el flujo de caja de la firma, es decir, el dinero que entra por las ventas. En el trimestre, ingresaron $ 3.484 millones, una cifra considerable si no fuera porque para mantener apenas la producción en marcha, sin realizar aportes que signifiquen mayor producción a futuro, la empresa necesita como mínimo $ 4.071 millones, es decir, 16% más de recursos.
Desde el vamos, podrían encontrarse algunas razones para este deterioro en la férrea condición de descapitalización que significó el acuerdo entre el Gobierno, Repsol y la familia Eskenazi y que obligaba a YPF a repartir dividendos por al menos 90% de los ganancias netas declaradas, por 10 años, para repagar un préstamo. Pero la realidad es que la compañía hoy se encuentra en un proceso muy diferente, y que a medida que pasa el tiempo comienzan a pesar otros factores que irán haciéndose visibles con el tiempo. La actual conducción de YPF, encabezada por Miguel Galuccio, ha sido clara sobre los objetivos de la firma, no así sobre los medios para alcanzar dichos objetivos.
En este sentido, existe una lectura más que genera escozor. En el último trimestre informado, YPF pagó impuestos a las ganancias por $ 1.703 millones. El problema es que, antes de descontar los impuestos, la firma registró un ingreso de $ 1.829 millones. Ergo, su ganancia neta fue de apenas de $ 800 millones, pero evidencia que la tasa efectiva que el Estado le cobra como impuesto a YPF asciende a un altísimo 58,7% de las ganancias, cuando debiera ser del 35 o 40% como máximo.
La vida después de Griesa
El viernes tomó estado público que la petrolera argentina podría ser condenada a pagar u$s 1.633 millones si se confirma en las próximas semanas un fallo arbitral internacional luego de una demanda de Brasil por el corte del suministro de gas. Es poco si se tiene en cuenta que YPF podría tener demandas (pasivos ambientales) importantes en los Estados Unidos por adquisición de empresas que arrastraban problemas en los tribunales estadounidenses realizadas hace dos décadas, y que por lo bajo suman más de 10.000 millones de dólares.
De todas formas, lo urgente (que no siempre es lo importante) remite a la pulseada en los tribunales de Nueva York en la causa que tiene a cargo el juez Thomas Griesa, en la que el fondo NML Elliott enfrenta a la Argentina. El efecto Griesa, tal como se lo llama en el mercado financiero, parece haber barrido con una parte relevante del precio de los bonos, primero los de legislación Nueva York, después con los emitidos bajo ley local.
Cuando un bono baja de precio, su rendimiento (que se mueve en forma inversa al precio) se eleva y en muchos casos, sirve de testigo sobre el costo de financiarse en los mercados.
En rigor, en los últimos días, YPF postergó sus planes para salir a captar $ 2.000 millones en títulos. Como se dijo, la avanzada de los fondos buitre en la justicia de los Estados Unidos (y la violenta pulseada que se lleva a cabo en ese tribunal para resarcir a los bonistas que quedaron afuera de los canjes de 2005 y 2010 denominados holdouts) ha tenido un efecto de cautela en los inversores. Esto se ha traducido en un incremento del costo que implica una inversión de riesgo, lo que en criollo significa que por comprarle bonos a un mismo emisor (en este caso YPF) ahora se pide una mayor tasa de interés que compense el riesgo a correr.
Hay una referencia obligada: la última salida al mercado de YPF dejó un sabor amargo entre los inversores minoristas, ya que se colocaron $ 750 millones en forma directa con las aseguradoras, lo que le garantizó a la petrolera una financiación express a una tasa por debajo del 20% anual en pesos. Sin embargo, el incremento del riesgo bien podría poner difícil la próxima prueba, en caso que no sean inversores institucionales quienes se aventuren a comprar títulos. Con fuerte necesidad de recursos, podrían convalidarse tasas más altas.