Neuquén se encuentra a las puertas de una etapa sin precedentes en su larga historia como principal productora de energía del país, a partir de la posibilidad de explotar a gran escala sus yacimientos no convencionales de hidrocarburos, lo que apuntalará su crecimiento y contribuirá en modo sustancial a revertir la declinación de la producción nacional de gas y petróleo para avanzar hacia el ansiado autoabastecimiento energético.
Basamos nuestro convencimiento en múltiples y contundentes razones, que no nos cansaremos de explicar toda vez que sea necesario, como lo venimos haciendo desde hace más de dos años. No pretendemos polemizar, sino exponer información concreta sobre algunas cuestiones que podrían no ser suficientemente conocidas por la mayoría de la gente, en relación con la magnitud de los yacimientos no convencionales de hidrocarburos existentes en la provincia de Neuquén; la viabilidad técnico-económica y perspectivas hoy existentes para su desarrollo; el impacto socioeconómico y estratégico esperados de la movilización de estos recursos y, finalmente, la cuestión ambiental.
Ya en la década del 80 se conocía que en Neuquén existían grandes recursos hidrocarburíferos en formaciones cuya muy baja permeabilidad y porosidad no hacían posible su explotación con la tecnología de entonces.
Lo mismo sucedía en el área de Barnett Shale, Texas, para la misma época, donde recursos similares se habían detectado en formaciones análogas y también se consideraban no aprovechables. Sin embargo, mientras en Barnett se comenzarían a explotar en forma creciente estos yacimientos hasta alcanzar hoy una producción casi nueve veces superior a la de Loma de la Lata, en nuestra cuenca la producción convencional declinaría constantemente (1), mientras los recursos no convencionales seguían siendo absolutamente desconocidos para la mayoría de la gente. Hubo principalmente tres elementos que determinaron este despegue en el país del Norte: a) oportunos incentivos fiscales, b) innovación tecnológica y c) precios adecuados.